sobre la teoría

Rarely do I post in Spanish. Mainly because in the past year or so, rarely do I find myself writing in Spanish. An opportunity to interrupt such a deficient habit offered itself, so I was placed in a situation where thoughts and Spanish had to coexist once again in my life.

A coupe of friends and I are pausing, from time to time, to apply careful and meandering thought to the elusive topic of theory. Who says that method ought to be ordered and neat? Apologies to those for whom the beauty of Spanish remains a foreign thing.

Sabemos que etimológicamente el término theoria refiere a la capacidad de ver, a una cierta especie de mirar, que se extiende al acto de llegar a reconocer o saber o ser consciente de algo pero siempre mediante la especulación o la contemplación. No la comprobación.

Creo que la teoría en las ciencias físicas o duras cumple una función diferente. Se presenta como una postura o propuesta que, mediante la experimentación, se va a comprobar como cierta o falsa, como verdad o mentira. Hay avances y retrasos. Vueltas e idas. Lugares sin retornos también. Pero la ciencia física, cuya memoria es tan selectiva como voraz, siempre termina re-escribiendo su narrativa como un fenómeno lineal en el cual el progreso de la verdad falla o se da.

Pero en la humanidades la teoría, cuya infinita historia no pretendo resumir ni mucho menos ensayar aquí, se jacta de una relación más compleja con la verdad y la mentira. La teoría en este caso y a diferencia de la ciencias duras, no es un lugar de partida sino de posible llegada. Siempre posible, nunca certero. Incluso después de la llegada, la idea de certeza nunca llega.

Incluso entonces gobierna la precaria idea de posibilidad. Es tanto el océano y sus vicisitudes como también Ithaca misma.

No nos ofrece un método para llegar a un cierto tipo de verdad que a su vez legitime la validez de la teoría, sino que enmarca la trayectoria mediante la cual un cierto de tipo mirar llega a configurarse y espacializarse. Simultáneamente así adopta un cierto espesor temporal, y se arma con una cierta historia que a su vez cuenta miles de historias. La teoría se ríe del afán binario y se aburre con la linealidad. Ambos llenos de saberes y lugares y ejes comunes.

Es cierto que en la segunda mitad del siglo 20, especialmente en ciertas partes del globo, se puede hablar de una cierta tradición teórica que ha emergido en medio de una íntima relación con los estudios literarios y culturales. En esta tradición, como en toda, se establecen autoridades y marcas de legitimación. Algunos hacen teoría, mientras que muchos otros meramente la adoptan, o mucho peor, la aplican. Ella rechaza su aplicación.

No se puede aplicar simplemente porque la teoría es ello que emerge mediante, y sólo mediante, el proceso de aplicación.

Pero esta tradición reciente no acapara ni refleja la totalidad de la teoría como fenómeno cultural, artístico y epistemológico. Tampoco sintetiza, aunque muchos así lo prefieren, su historia. El new criticism, la escuela de Frankfurt, el postestructuralismo, para mencionar algunos de los isms altamente reconocidos, no son los únicos sistemas de saberes que se estructuran y circulan principalmente con ejes teóricos.

La teoría no debería funcionar para activar un cierto tipo de pensar o saber, o para promover un cierto tipo de lectura. Ni método, estrictamente hablando, ni premisa, la teoría es un algo que resulta como una forma dada de saber o ver, y no tanto que lo preceda. Es expansiva mucho más que unilateral. Estos aspectos temporales y espaciales necesitan tenerse en cuenta en cada etapa del ejercicio teórico.

El acto de ver o mirar siempre configura los espacios y tiempos con una particularidad dada. En términos grandes y abstractos hacer teoría es espacializar y temporalizar. Significa asociar un algo con ciertos parámetros de visibilidad, de hacerlo y hacerse ver. De crear la posibilidad, la capacidad de ver. De esculpir, programar, posibilitar, instituir e incluso a veces institucionalizar, un cierto mirar.